Lilliam Rivera-Mendoza creció en los proyectos de Puerto Rico. Cuando Lilliam tenía solo nueve años, su madre falleció después de contraer el virus del sida de su padrastro. Antes del fallecimiento de su madre, Lilliam habló sobre las dificultades que enfrentaron en aquel tiempo. “Mi mamá pasó por esa situación sola; no había nadie a su alrededor. Yo siempre fui esa niña que miraba todo y observaba y estudiaba cada situación. Ojalá hubiera habido más gente que la ayudara, pero estuvo muy sola durante su enfermedad”.
Después de la muerte de su madre, Lilliam y sus otros ocho hermanos fueron colocados en hogares de crianza temporal. Luego, los nueve se dividieron en tres, por lo que todos se separaron una vez más. Esto afectó profundamente a Lilliam, ya que la enfrentaba a una nueva realidad. No le había sido fácil lidiar con la enfermedad de su mama anteriormente y ahora estaba enfrentada a un nuevo reto. “Fue muy duro porque vivía un año en una casa y un año en otra. También experimenté los efectos negativos del favoritismo entre los hijos. Por eso me gusta ser justa; porque sé cómo se siente ser maltratado solo porque no eres hijo de alguien”.
Eventualmente, Lilliam se escapó de su hogar de acogida y se fue a vivir sola a la edad de 14 años. Presenció mucha violencia doméstica en sus hogares de acogida y -a diferencia de los otros ninos en el mismo hogar- ella era dejada de lado. Lilliam se graduó de la escuela y se mudó a los Estados Unidos en el 2006. Inicialmente, quería ser oficial de policía y ayudar a su comunidad de esa manera. Sin embargo antes de poder convertirse en oficial de policía, tuvo su primer embarazo. Esto hizo que Lilliam cambiara de planes y decidiera ir a la universidad para obtener un título.
Lilliam se graduó como técnica de farmacia. Durante su tiempo en la escuela, ingresó al Sistema Médico de Baltimore. Fue aquí donde Lilliam comenzó a trabajar más con los latinos en el área de Baltimore y desarrolló una pasión más profunda por el trabajo que hace hoy. “Fui parte del equipo de coordinación de asistencia de farmacia. En mi puesto era muy importante ayudar a los latinos a obtener y pagar sus medicamentos que son realmente difíciles de conseguir porque no tienen seguro médico. No quiero presumir, pero yo era muy buena en eso. Realmente lucho por mis latinos. Si alguien rechazaba la solicitud de algún cliente, simplemente yo la volvía a enviar una y otra vez hasta que alguien me escuchara”.
No es ningún secreto que Lilliam tiene una profunda pasión por sus compatriotas latinos. De hecho, siempre se siente my gratificada cuando sabe que su trabajo ha ayudado a mejorar la vida de los latinos. “Cuando llego a las casas y traigo comida… son los niños. Una vez yo también estuve en ese lado. Conozco la lucha. Cuando me preguntas por mi pasión en el trabajo, puedo responderte de muchas maneras, pero son los niños, sus rostros y sus sonrisas lo que más me motiva. De pronto los padres tienen una cosa menos de que preocuparse. Hay una tranquilidad que sientes cuando ves las sonrisas en los rostros de los niños; cuando sientes que están felices. Y a su vez, los niños son felices cuando ven a sus padres sonriendo. Eso me da la tranquilidad de saber que estoy haciendo lo correcto”.
Lilliam es un ejemplo que todos deberíamos seguir cuando trabajamos ayudando a las personas que más nos importan. Su pasión y generosidad nunca pasarán desapercibidas. Son personas como ella las que hacen que MALVEC se sienta tan orgullosa del trabajo que realiza para mejorar la salud y el bienestar de nuestra comunidad latina. No hay duda de que nuestra gente estará en buenas manos durante los próximos años, y podemos atribuirlo a trabajadores dedicados y valiosos como la propia Lilliam Rivera-Mendoza del condado de Baltimore.